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Copas de vino

Cada vino tiene su propia copa y no puedes quedarte sin preparar. La elección del diseño asegura la calidad de los materiales y la exactitud de la forma, sin comprometer la elegancia del aspecto.
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Elegir la copa perfecta para el vino, por su forma, material y modo de conservación es importante ya que exalta el vino, su sabor, su perfume y color. Estas herramientas nacieron como conchas, cortezas, cuernos de animales y materiales similares, ya en la era de los egipcios y los fenicios han evolucionado en cada aspecto, para satisfacer las exigencias de las personas de cada era. El vino de calidad, en la copa adecuada, se exalta en cada aspecto. Como regla general, el invento de las copas transparentes remonta a la civilización fenicia, la primera en comercializar y difundir este producto. En la Antigua Roma se empleaban materiales como el cristal para crear copas con formas elegantes y un aspecto precioso. La parte baja, que hasta entonces era plana, se trabajaba para hacerla convexa, lo que luego se utilizó hasta hoy en día. Estos recipientes se hicieron tan preciosos con piedras y gemas raras, que romperlos habría conllevado eventos negativos, por este motivo, y por el coste elvado de estas herramientas, en el uso diario se solía utilizar materiales menos nobles y prácticos como madera o metal. En 1500 Venecia despierta el interés por las copas de vidrio, elabora nuevas formas para hacerlas aun más preciadas, gracias a la artesanía en este sector. Es la misma mano de obra de Venecia que emigra a otros países europeos como Francia, España, Inglaterra y Alemania, exporta a toda Europa la cultura de la copa para vino, transformándola en un importante elemento en los juegos de mesa y hasta llegar a las residencias más importantes. Son muchas las características que han llevado el arte de trabajar el vidrio de Venecia a convertirse en símbolo de estilo y clase. De hecho han definido usos y costumbres de aquella sociedad y, hoy en día, las líneas modernas se basan en los mismos elementos: las copas tienen forma de cilindro están soportadas por un nudo en el pie de la copa, con forma alargada y sinuosa, y soportan las copas más amplias. Para enriquecerlas cada vez más, los maestros de Venecia con su creatividad realizan vasos de vidrio de colores (el famoso vidrio de Murano) o decoraciones que recuerdan encajes de los trajes aristocráticos. Así nacen reglas que hoy en día siguen vivas como leyes canónicas sobre la producción de estas copas “debe ser transparente y sin color, de vidrio o cristal, con los bordes sutiles y sin decoraciones ni marcas”. En los dos siglos siguientes, el arte del vidrio se difundió a toda Europa, permitiendo una evolución mayor en este sector. Es una explosión de formas y colores, cada vez más refinados y de fantasía. Los fustes de las copas se tuercen sobre sí mismos en decoraciones que recuerdan los árboles y las flores, sirpientes o dragos. Entre ‘600 y ‘700 hay que mencionar el nacimiento de las grandes jarras de cerveza que se convierten en el símbolo de este país: amplias y de colores vivos. En el siglo XVII los países que destacan en el sector de los inventos son Inglaterra y Bohemia. En Inglaterra se introduce el vidrio de plomo, más resistente que el vidrio sencillo, pero siempre límpido y transparente. En Bohemia (y en algunas zonas de Alemania) al vidrio se añade la cal originando un material mucho más resistente y aportando al siglo siguiente decoraciones que se mezclan con el arte neoclásico, con escenas en la naturaleza y de caza, como los vasos Biedermeier. En Estados Unidos, con la intervención de las técnicas de producción masiva (moldeo por compresión) los vasos se convierten en herramientas diarias para la mesa y llegan a las casas de todo el mundo y a cada estrato social. Así ha llegado a nuestros días esta particularidad de las copas de vino, incluso gracias a los descubrimientos en el sector enogastronómico. Para cada tipo de vino, de hecho, existe una copa que con su forma y material, exalta todas las característica específicas: la copa de flauta, estrecha y esbelta, se usa para el vino blanco, la copa Ballon, más amplia, es ideal para los tintos envejecidos que deben respirar y hay que saborearlos en el máximo de sus propiedades, la forma de copa se ha convertido en el símbolo para beber burbujas y champán. ¿Cuáles son las características que hacen de una copa un accesorio para un buen vino? La forma y el material. Claus Riedel fue el primero en catalogar, a mediados de ‘900, vinos y copas: maestro del arte vidriera, hombre de negocios, profesor e ingeniero químico. Procedente de una familia conocida de maestros del vidrio (Riedel Crystal es el nombre de la empresa), Riedel afirma que, hasta entonces, nadie ha unido la funcionalidad de las copas con la exaltación de los sabores del contenido tan rico. Las que establece son las reglas de la "Riedel’s form follows function", es decir las características específicas que una copa debe tener para valorizar la propiedad del vino. Por lo tanto la copa, en su forma y material, deberá exaltar el color, porque es el primer factor que nota quien lo prueba, el perfume, ya que el vino está lleno de matices particulares, el sabor porque dependiendo del vino, la copa debe adaptarse a las necesidades de respiración, el regusto porque la copa debe permitir que el sabor no se pierda, desde el principio hasta el final de la degustación. Si os acercáis al sector por primera vez, no os conviene lanzaros en la compra de set preciados. Sería mejor, por cada tipo de vino, empezar con formatos clásicos para el vino tinto que podréis utilizar incluso para el vino blanco sin que el sabor cambie, así como las copas de flauta para el cava. Si queréis enriquecer la gama de copas, podéis comprar la copa Ballon o una copa clásica para vino blanco. Si sois expertos o amantes del vino, debéis saber que existe una gran variedad de copas que se adaptan al tipo de vino. En este caso, para seleccionar será necesario comprender cuáles vinos vamos a presentar dependiendo del gusto, el sabor y el color y comprar un set específico para sorprender a amigos e invitados, garantizando la exaltación de la calidad de vuestro vino preferido. Para entender cómo la forma de la copa influye en la prestación del vino, hay que empezar por la descripción de cada elemento: el cáliz (o copa), el fuste y el pie o base. La fisionomía de las diferentes partes debe ser proporcionada, por una cuestión de sinuosidad y elegancia pero también por la función estructural de la copa misma. En lo que se refiere al pie no hay grandes diferencias, excepto por el lado estético, mientras que el fuste y la copa son elementos que establecen el tipo de copa. El fuste es la parte central, que desde el cáliz va a la base y es fundamental para aislar la parte superior, para no comprometer la temperatura del vino, por eso fue imprescindible introducirlo, dejando los vasos sin fuste para otras bebidas que no necesitan asilamiento térmico. La copa, o cáliz, es el elemento sustancial que define el tipo de copa de vino de la que estamos hablando. Generalmente se divide en dos tipos: la más amplia en la parte inferior se hace más estrecha o aun más ancha en la parte superior, luego existen copas más esbeltas, como la clásica copa de flauta, cuyo tallo puede tener un largo variable, también existe una copa con un tallo más largo pero con un cáliz muy amplio, que recuerda al amplio pero más bajo que los clásicos Ballon. Estos sólo son algunos de los ejemplos, pero a continuación vamos a citar cuáles son, generalmente, los más comunes, con la descripción del vino que contendrán. Copas para vino tinto: generalmente tienen una forma panzuda porque la copa permite que el vino respire para difundir su aroma. Este tamaño debe ser directamente proporcional a la intensidad del perfume del vino. Copas de vino tinto clásicas: adecuada para todo tipo de vino tinto, gracias al cáliz amplio y alargado hacia arriba, permite degustar vinos tintos ligeros como el Sangiovese sin que las propiedades aromáticas se pierdan. Copas de vino blanco: al contrario de los tintos, los vinos blancos no necesitan aire, presentan una copa más estrecha en la parte superior que se amplía en la parte baja. El elemento importante para estos vinos es el tallo ya que permite aislar el cáliz y mantener la temperatura del vino. Copas de vino blanco clásico: el cáliz es más pequeño, mantiene los aromas en su interior y hace más agradable la degustación. La excepción son los vinos blancos muy frutosos que se sirven en las copas amplias de vino tinto donde es posible disfrutar de su maravilloso perfume. Vinos blancos y rosados jóvenes: se caracterizan por una forma estrecha como la de las copas para vino blanco pero se hacen más amplias en la parte superior, permitiendo que el vino se perciba en toda su dulzura en la zona de la lengua que sabe exaltarlo: la punta. Vinos blancos y rosados estructurados y maduros: se parecen al modelo con forma panzuda, pero conservan la sinuosidad de la copa de vino blanco. El cáliz más amplio permite que el perfume de estos vinos estalle en el entorno, conservando el sabor en su interior. Las Copas Borgoña: para los vinos tánicos, con un alto contenido de alcohol. Hay que usar copas muy amplias para que el vino pueda transpirar más y mantener el aroma del tinto. Estas copas son perfectas para dejar “decantar” el vino, mimando la copa con los dedos gracias a la resistencia del fuste. La copa permite mantener la temperatura ideal del vino. Para este tipo de copa se recomiendan vinos muy fuertes como Barbera o Chardonnay. Copas Bordeaux: perfectas para los vinos muy tánicos que necesitan respirar más que otros. Tienen un cáliz alto y ancho que permite mover el vino y difundir el bouquet, dejando al paladar el placer de degustar el aroma decidido y el dejo característico de vinos como Barolo, Merlot o Cabernet. Copas para vinos dulces (ej. Passito): más pequeñas, tienen un cáliz ancho que se hace más fino hacia la boca, dejando que el olfato deguste primero estos vinos. La apertura recta, al contrario, permite beber el vino con la parte posterior de la lengua, menos sensible al sabor dulce y disfrutando menos de estos vinos. Copas para cava y champán: están caracterizadas por una forma característica que lleva el nombre de "flûte", o sea “flauta” por su boca estrecha y el fuste sutil y largo. Esto vale generalmente para los vinos con perlage uniforme, lo que evita la dispersión rápida. De hecho, si las burbujas son sutiles y se mantienen, el vino tiene una calidad mejor. Si el perlage es menos refinado, se recomienda la “media copa flauta” porque su alto es inferior, con una boca más amplia permite que la espuma dure y mantenga el aroma del cava. Es lo mejor con los vinos producidos con el método Martinotti. Para los aromas más intensos se aconseja un tipo de copa de flauta con una forma más amplia, pero con apertura estrecha que permite una combinación perfecta entre aroma intenso y degustación optimal. Un último tipo de copa para cava, que recuerda una imagen retró es la copa que, como dice el nombre mismo, presenta una apertura muy amplia, generalmente no muy adecuada para los vinos espumosos ya que dichos vinos como característica principal no tienen un perfume intenso, de todas formas se recomienda para algunas variedades como el vino espumoso de Asti, para valorizar su característica dulce. En fin, otro factor que determina la idoneidad de una copa para un vino específico es el material con el que se fabrica. Hoy las copas se fabrican casi todas con máquinas porque si se compara con la producción artesanal es más económico y permite una venta a gran escala. Podemos entender la técnica de construcción: si el vidrio es industrial se nota la pieza que une el pie al fuste, en caso contrario la producción es artesanal. En la producción moderna de vasos y copas los materiales que más se emplean son el vidrio y el cristal. La diferencia esencial entre los dos materiales se define por la casualidad con la que se han dispuesto los átomos que constituyen la estructura molecular: el vidrio no representa una estructura cristalina sino casual, mucho más similar a los líquidos y menos a los sólidos debido al proceso con el que se produce, es decir fusión y enfriamiento rápido, Cuando en la estructura de vidrio existe la combinación con el óxido de plomo se habla de “vidrio de plomo” generalmente llamado “cristal”. Es más resistente ya que la disposición molecular es ordenada y completa el estado intermedio de la materia característica del vidrio que lo hace un material mucho más resistente y luminoso que el primero. Los vasos de cristal están caracterizados por un brillo particular, por el sonido típico de cuando se brinda y sobre todo por su resisencia con la que es posible elaborarlos tanto a nivel artesanal como a máquina. Aparentemente son muy fragiles, la microestructura del cristal permite lavados con lavavajillas sin el riesgo de romperlos. La estructura compacta del cristal los hace más robustos y más resistentes incluso si se ponen en el lavavajillas, mejor sería fregar a mano y secar con un paño, concluyendo el proceso de limpieza con un abrillantador que mantenga su esplendor o simplemente para dar más brillo. El riesgo más común para estas copas es que las gotas de agua, tras lavarlas, se sedimenten y creen halos que con el tiempo perjudican el brillo de la copa y la hacen más opaca. En lo que se refiere a las propiedades organolépticas de los vinos, la estructura del cristal, más lisa que la del vidrio, mejora la difusión de los aromas del vino. En fin, casi todas las copas para el vino se pueden poner en el lavavajillas, pero hay que secarlas bien para eliminar posibles halos o caliza. Se recomienda no utilizar suavizantes o detergentes perfumados ya que el olor del paño se mezclaría con el aroma del vino obteniendo un efecto desagradable tanto para el perfume como para el gusto. También se aconseja no poner estas copas preciadas y delicadas con otro tipo de material, especialmente el hierro, para que no perjudiquen las copas. Un remedio famoso para quitar posibles residuos de caliza es utilizar bicarbonato o vinagre. Existe un tipo de copa para cada vino. Para los vinos menos preciados se pueden usar vasos bajos, sin fuste, o vasos clásicos ya que un vaso bonito no aporta calidad a un vino. Para los vinos mejores se recomienda elegir una copa específica para exaltar y enriquecer la experiencia de la degustación de lo que se definía y sigue siendo “el néctar de los Dioses